El intelectual palestino Edward Said y el gran director de orquesta israelí Daniel Barenboim disertaban en cierta ocasión sobre el conflicto palestino-israelí utilizando como metáfora El Bolero de Ravel. En esta célebre obra, una única melodía es interpretada y reinterpretada sucesivamente, se le van uniendo más y más instrumentos hasta la apoteosis final.
Cualquier lector, tenga la edad que tenga, recuerda desde la niñez este conflicto y su dinámica que se repite, una y otra vez sin solución de continuidad, donde pareciera que siempre se repite la misma secuencia a la que se van añadiendo más y más actores, y que siempre termina en una apoteosis de muertos, mayoritariamente palestinos. Y hasta la próxima, a no mucho tardar.
No vamos a entrar en este blog a analizar las causas y el pasado del conflicto, sino más bien vamos a centrarnos en los últimos acontecimientos habidos estas últimas semanas y las implicaciones geopolíticas que tienen, esto es, el ataque iraní a Israel y la respuesta subsiguiente, y las alarmas desatadas por muchos medios, tradicionales o no, avisando de un inminente conflicto mundial, el tercero.
Las causas.
¿Por qué un país -Irán- situado a relativa distancia de Israel y con el cual no comparte frontera, llevó a cabo un ataque masivo con diversos medios aéreos en la noche del sábado 13 de abril?
Si bien la tensión entre Irán e Israel no hunde sus raíces en el conflicto palestino, que esta surge a raíz de la Revolución Islámica del ayatolá Jomeini en 1979, lo cierto es que ambos países se han atacado en numerosas ocasiones a lo largo de las últimas décadas. La teocracia iraní estuvo detrás de la voladura de la AMIA y a través de Hezbollah, uno de sus proxys, de la embajada israelí en Buenos Aires. Asimismo, Israel ha atacado en numerosas ocasiones intereses iraníes en Siria y Líbano, probablemente estuvo detrás del ataque que sufrieron las centrifugadoras de uranio enriquecido del complejo de Natanz con el gusano informático Stuxnet y desde luego, aunque no haya evidencia formal, de los asesinatos de los físicos nucleares iraníes.
La rivalidad regional entre estos dos países viene pues, de lejos. Pero el precedente inmediato lo puso Israel cuando el lunes 1 de abril atacó el consulado de Irán en Damasco, Siria, matando a varias personas, entre ellas altos funcionarios militares de la Guardia Revolucionaria. Este hecho no podía ser pasado por alto por el país de los ayatolás toda vez que podría indicar un signo de extrema debilidad en un tablero de fuertes intereses regionales donde la rivalidad entre suníes y chiíes -a los que actualmente se ha sumado el factor chino- supera las de los respectivos hegemones, Arabia saudí y el propio Irán.
El ataque y el contrataque.
El acometida iraní de respuesta al bombardeo del consulado se produjo en la noche del sábado 13 de abril y se vino anunciando durante toda la semana, algunos países como Turquía -que es el aliado de EE.UU. en la zona y miembro de la OTAN- tuvieron conocimiento de éste 72 horas antes. El ataque, que declaró Irán estar al amparo del art. 51 de la Carta de Naciones Unidas en legítima defensa, tuvo dos premisas: por un lado, tenía que ser lo suficientemente potente como para que la opinión pública tanto dentro de Irán como en los países musulmanes que le apoyan se sintiera satisfecha y vengada, y por otro lado, no podía ser tan agresiva o impactante como para pusiera en riesgo la supervivencia del propio Israel y que obligara a EE.UU. a escalar el conflicto.
La acción que se desarrolló en una serie de oleadas tuvo como finalidad penetrar el muy eficaz sistema antiaéreo israelí saturándolo, y utilizando al efecto, drones, misiles de crucero y balísticos y desde diferentes localizaciones pues los ataques no sólo tuvieron como origen suelo iraní sino sus proxys en Líbano, Yemen, Irak y Siria. Según las propias fuentes israelíes el 99 % de los vectores fue derribado antes de llegar a sus objetivos y solo se registró una baja civil. Los únicos que tuvieron éxito impactaron en una base aérea en el desierto del Neguev, unos siete misiles balísticos según diversas fuentes.
El balance no obstante es muy complejo de definir porque una guerra si es algo es una transferencia de información. Si Irán pretendía reafirmar una capacidad lo único que ha dejado claro es una debilidad, pero ahora tiene información de primera mano de como operan las defensas israelíes y puede estar en capacidad de desarrollar contramedidas que alteren el sentido de un ataque en el futuro o de primar aquellos vectores que más éxito han tenido.
El contraataque israelí del viernes 19 de abril contra la base aérea de Isfahan por su parte y habida cuenta que era la primera vez que este país se veía atacado directamente desde el suelo de Irán y no desde sus proxys, ha tenido efectos muy limitados al parecer, que más bien van en el sentido de no poder pasar por alto el ataque del sábado día 13 (EE.UU. ante los escasos efectos que tuvo el ataque de Teherán declaró no estar dispuesto a apoyar a Israel en un ataque masivo a ese país -ni mucho menos al complejo nuclear de Natanz que sí desembocaría en una crisis regional de consecuencias imprevisibles-) como de cargarse de legitimidad ante el próximo ataque que tiene planeado a la localidad de Rafah en Gaza, y que despierta todas las suspicacias y prevenciones de la comunidad internacional por el efecto sobre la población civil gazatí que pueda ocasionar.
Perspectivas inmediatas del conflicto de Medio Oriente.