Cuenta Esopo al final de su fábula de la rana y el escorpión, cuando éste pica mortalmente a aquella… “…no he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.”
El estallido de seguridad que el martes 9 de enero sacudió a Ecuador y cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo, es el más preclaro ejemplo contemporáneo de la inmortal fábula… y los culpables tienen nombre: Rafael Correa y su ex vicepresidente Jorge Glas.
Durante su largo mandato, Correa en su incapacidad e incomprensión de la realidad alumbró y alimentó un escorpión con su política de apaciguamiento, cuando no de tolerancia, hacia las pandillas criminales resultando de una política fundamentalmente errada y extremadamente ineficiente y que, por desgracia, sus sucesores ante la dimensión del problema ya incubado, apenas nada pudieron hacer para atajarla.
Rafael Correa, eximio representante de la peor izquierda latinoamericana y uno de los ideólogos del grupo de Puebla, como AMLO y su mejor amigo en Guatemala Bernardo Arévalo, llegó a ofrecer y asignar a una pandilla delincuencial los Latin Kings (pandilla transnacional que incluso llegó a extender sus redes hasta la propia España) “personalidad jurídica” equiparándola, incluso, a organizaciones juveniles como los Boy Scouts. Perfectamente conocedor de las actividades mafiosas que ésta y otras bandas desarrollaban, en sus propias palabras “incluso esos grupos que hayan cometido actos violentos etc. dentro de sus códigos hay principios y nobleza, de honor” llegó a legalizarlas permitiendo que desarrollaran sus actividades amparadas por el propio Estado. Y el enlace entre el poder y los grupos criminales que operaban bajo el gobierno de izquierdas era la siempre tenebrosa sombra de su vicepresidente Jorge Glas,
Ecuador era hasta el 2017 un país relativamente tranquilo, con una sobre llevable tasa de homicidios de 4 por cada 100000 habitantes. No es sino hasta de 2017 cuando Jorge Glas fue procesado penalmente, que el país empezó a sufrir los primeros embates que in crescendo no han cesado hasta que el martes explotaron con toda su virulencia.
El terrorismo se inició dos meses después de que se encausara a Jorge Glas cuando un carro bomba explotó en enero de 2018 en la estación de policía de San Lorenzo dando inicio a la espiral terrorista. En marzo de ese mismo año, periodistas de El Comercio críticos con Correa y que desvelaron la trama criminal de Jorge Glas fueron secuestrados por grupos criminales y a finales de año, salieron a luz los nexos entre la delincuencia organizada y las propias fuerzas de seguridad de Ecuador consolidadas bajo el gobierno correista.
Desde entonces las acciones criminales ya con nexos con grupos internacionales han puesto en jaque a los sucesivos gobiernos que han decretado los estados de excepción en más de una decena de veces, sin resultados de fondo apreciables.
Hoy, Guayaquil, el puerto más importante del país y centro de la capital económica es la joya que se disputan las mafias y por donde ante la connivencia de las fuerzas de seguridad, se trasiegan ingentes cantidades de droga. Las cárceles se encuentran bajo exclusivo control de estos grupos donde se producen fugas escandalosas como la de José Adolfo Macías Villamar, alias Fito, cabecilla de la banda criminal Los Choneros, ligada al narcotráfico, el sicariato, la extorsión y de la que ninguna autoridad ha sido capaz de explicar siquiera cómo y cuándo ocurrió. Cada vez que las mafias quieren mandar un mensaje a los gobiernos de turno, lo hacen en forma de sangrientos motines, secuestros o atentados, mientras la población, inerme y atónita, contempla la destrucción del estado que, en su día, Correa dinamitó.
El presidente Noboa se encuentra desbordado, la corrupción conduce al país a un estado fallido que ni siquiera puede garantizar la propia seguridad de sus funcionarios. Decretando un cuestionado conflicto armado Interno ha sacado al ejército a patrullar las calles, y el Congreso de la República, ha decretado una ley de amnistía para los funcionarios que en el ejercicio de su actividad ejecuten a delincuentes, o presuntos delincuentes, sin juicio ni debido proceso.
Y como si de un mal chiste se tratara, el propio Rafael Correa se ofrece, ahora para ayudar…
Fueron sus políticas de izquierda nefastas, irreales y contra la naturaleza, el escorpión del crimen, el que él ayudó a cruzar el río de la legalidad hasta la orilla de la impunidad, y la rana… la rana que se ahoga es el pueblo ecuatoriano, inerme, asfixiado e indefenso ante tanta estulticia e irresponsabilidad. Y es la misma que derrocha AMLO con su política de abrazos y no balazos, las mismas torpes y mil veces fracasadas, y que los guatemaltecos tememos ante tanta improvisación en asuntos de seguridad…, porque como en el escorpión…, está en sus naturalezas.